Tengamos las cosas claras.
Intrusismo hay en todas partes, profesionalidad no.
Si la gente valora antes un diseño de ciertas personas que no están "gremiadas" en tu profesión plantéate las cosas. O esa persona acierta de pleno en los gustos de la gente, y eso lleva el mismo trabajo que el tuyo (te guste o no) o bien eres tú el que se ha quedado anticuado.
Hay de todo, eso está claro. Y nos jode a todos, a mí el primero. Pero tenemos que tener claro para quienes trabajamos, y dejarnos de esnobismos y chorradas. No culpes a los demás de fallos tuyos, perfecciona TÚ tu trabajo.
Por ejemplo.
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El Increíble Hombre Estufa
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lunes, mayo 21, 2012 /
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Diseño,
Fallas,
Putaditas que le hacen a uno
Puño. Mad 2011
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El Increíble Hombre Estufa
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Cosas Mías,
Viniendo para acá me'encontrao...
Os aconsejo que le echéis tiempo y veáis este video. En él, el ilustrador Puño habla de muchas cosas, pero sobre todo, habla de cómo enfrentarse a los problemas y vivir. Sobre todo habla de vivir.
Lo bueno de estas charlas es que siempre hay cosas que puedes extrapolar a tus experiencias.
Como he leído en un comentario del vídeo: Es como ver una buena película, lo ves en el cine, lo ves en DVD y lo ves en la TV (hasta con los anuncios) y seguro que repites otra vez.
Lo bueno de estas charlas es que siempre hay cosas que puedes extrapolar a tus experiencias.
Como he leído en un comentario del vídeo: Es como ver una buena película, lo ves en el cine, lo ves en DVD y lo ves en la TV (hasta con los anuncios) y seguro que repites otra vez.
Aquí el amigo :)
Hot Stuff
Soy una persona muy torpe. Siempre lo he sido y siempre lo seré, o al menos eso espero. No soy más torpe porque no tengo más manos para cagarla.
Aún así, siempre he considerado mi torpeza como algo más allá que ser tonto o ser un inepto. Mi torpeza ha sido en realidad la que me ha ido guiando a lo largo de la vida. Y me ha llevado por senderos que jamás pensaría, así de primeras, en caminar por ellos.
Me considero también una persona muy enérgica y muy intuitiva. Pero debido a aquello dicho en el primer párrafo, siempre suelo estropearlo todo haciéndole caso a mi intuición. Aún así, ella me repite siempre que le haga caso, y mi torpeza propia avala esta decisión. Convirtiendo mi vida en una pescadilla dándose mordiscos en la cola continuamente.
Ahora me ha dado por escribir. De hecho me he sentado en el sofá con la canción que da título a este artículo para recordar a Donna Summer y me he puesto a teclear fréneticamente en el ordenador. Sin saber qué poner ni hacia donde girar.
Siendo un jovenzuelo me enteré de que iban a realizar la película de la Patrulla-X. Hasta ese momento no tenía ni idea de qué o quienes eran, pero nació en mí el fenómeno fan. Empecé a coleccionar cómics, pero no sólo de los X-Men; a su vez, empecé por consumir cine de forma exagerada y en todas sus vertientes: cine propiamente, VHS, series... cualquier cosa. Esto me llevó a unir ambos conceptos y empezar a revisionar películas de dibujos animados. De ahí salté a la animación y me topé con algo que era el diseño gráfico.
En plenos exámenes de Selectividad pasé de la carrera de Derecho a una Ingeniería Técnica en Diseño Industrial. Con apenas un mes de antelación arreglé todo el papeleo, me inscribí en otra Universidad y me jugué todo mi futuro a una sola carta.
Acerté con esta decisión, y he ido acertando con cada torpe tropiezo de mi vida. Cada caída o cada rumbo absurdo que toma mi vida se me devuelve siempre con intereses.
Aún así, siempre he considerado mi torpeza como algo más allá que ser tonto o ser un inepto. Mi torpeza ha sido en realidad la que me ha ido guiando a lo largo de la vida. Y me ha llevado por senderos que jamás pensaría, así de primeras, en caminar por ellos.
Me considero también una persona muy enérgica y muy intuitiva. Pero debido a aquello dicho en el primer párrafo, siempre suelo estropearlo todo haciéndole caso a mi intuición. Aún así, ella me repite siempre que le haga caso, y mi torpeza propia avala esta decisión. Convirtiendo mi vida en una pescadilla dándose mordiscos en la cola continuamente.
Ahora me ha dado por escribir. De hecho me he sentado en el sofá con la canción que da título a este artículo para recordar a Donna Summer y me he puesto a teclear fréneticamente en el ordenador. Sin saber qué poner ni hacia donde girar.
Siendo un jovenzuelo me enteré de que iban a realizar la película de la Patrulla-X. Hasta ese momento no tenía ni idea de qué o quienes eran, pero nació en mí el fenómeno fan. Empecé a coleccionar cómics, pero no sólo de los X-Men; a su vez, empecé por consumir cine de forma exagerada y en todas sus vertientes: cine propiamente, VHS, series... cualquier cosa. Esto me llevó a unir ambos conceptos y empezar a revisionar películas de dibujos animados. De ahí salté a la animación y me topé con algo que era el diseño gráfico.
En plenos exámenes de Selectividad pasé de la carrera de Derecho a una Ingeniería Técnica en Diseño Industrial. Con apenas un mes de antelación arreglé todo el papeleo, me inscribí en otra Universidad y me jugué todo mi futuro a una sola carta.
Acerté con esta decisión, y he ido acertando con cada torpe tropiezo de mi vida. Cada caída o cada rumbo absurdo que toma mi vida se me devuelve siempre con intereses.
Horario de apertura.
Desde hace un par de semanas, todas las mañanas sigo la misma rutina. Me pongo dos despertadores ya que tengo la fea costumbre de quedarme dormido o apagar la primera alarma inconscientemente. Suelo levantarme alrededor de las 8:00 de la mañana,y casi siempre hago las mismas cosas.
Nada más despertarme toca mirar por la ventana para ver cómo será el día y cómo se desarrollarán las horas: ¿hará sol, tiene pinta de llover...? Después cojo mi ropa preparada del día anterior (un tanto repipi, lo admito) y voy con ellas y con un libro al aseo.
Allí procuro deleitarme sentado en la taza unos tres o cuatro capítulos de Neil Gaiman, sin prisas y relajado, mientras dejo abierto un pequeño chorro de la ducha para que se vaya calentando. Depende de lo que acabe antes, si mi estómago o bien mi lectura matinal me meto en la ducha, hago lo que se suele hacer dentro de ellas y salgo.
Me visto en el aseo, donde a veces suelo cambiar el modelito del día de dos a tres ocasiones y a veces me doy cuenta de lo lúcido que fui el día anterior, mirando lo guapo que salgo frente a mi retrato instantáneo en el espejo.
Lo raro es que no siempre es así estrictamente: algunas mañanas saco la ropa sucia a la terraza, otras me pruebo más ropa para poder coincidir con el must de la temporada y hay días en los que me peino y me despeino y no me gusta y me vuelvo a lavar el pelo y me lo seco y me lo peino otra vez dejándolo exactamente igual que estaba.
Aún así, hay una cosa que me inquieta muchísimo. Y que empezó, como he dicho, desde hace un par de semanas. Cada mañana tardo un tiempo determinado, incluso hay veces que me levanto mucho antes de sonar el segundo despertador y me estoy duchando ya mientras suena el primero.
Al llegar a mi cuarto para prepararme la mochila o hacer la cama o lo que sea, siempre y digo siempre, son las 8:17 AM. No sé si ocurre algo con este número pero cada día me asombro más de que es así, y cada mañana hago cosas distintas en tiempos distintos, aunque siguiendo el orden normal, vamos.
Me encantaría averiguar que esta hora es mágica y que todo sucede por que dichas vueltas del reloj son el resultado de una antigua leyenda que predica que a esas horas el tiempo se detiene, teniendo cada uno el tiempo infinito para hacer lo que se desea hasta volver de nuevo a donde nos despedimos de la misteriosa noche anterior.
Y sería muy triste que yo lo utilizara para quedarme sentado en el váter.
Nada más despertarme toca mirar por la ventana para ver cómo será el día y cómo se desarrollarán las horas: ¿hará sol, tiene pinta de llover...? Después cojo mi ropa preparada del día anterior (un tanto repipi, lo admito) y voy con ellas y con un libro al aseo.
Allí procuro deleitarme sentado en la taza unos tres o cuatro capítulos de Neil Gaiman, sin prisas y relajado, mientras dejo abierto un pequeño chorro de la ducha para que se vaya calentando. Depende de lo que acabe antes, si mi estómago o bien mi lectura matinal me meto en la ducha, hago lo que se suele hacer dentro de ellas y salgo.
Me visto en el aseo, donde a veces suelo cambiar el modelito del día de dos a tres ocasiones y a veces me doy cuenta de lo lúcido que fui el día anterior, mirando lo guapo que salgo frente a mi retrato instantáneo en el espejo.
Lo raro es que no siempre es así estrictamente: algunas mañanas saco la ropa sucia a la terraza, otras me pruebo más ropa para poder coincidir con el must de la temporada y hay días en los que me peino y me despeino y no me gusta y me vuelvo a lavar el pelo y me lo seco y me lo peino otra vez dejándolo exactamente igual que estaba.
Aún así, hay una cosa que me inquieta muchísimo. Y que empezó, como he dicho, desde hace un par de semanas. Cada mañana tardo un tiempo determinado, incluso hay veces que me levanto mucho antes de sonar el segundo despertador y me estoy duchando ya mientras suena el primero.
Al llegar a mi cuarto para prepararme la mochila o hacer la cama o lo que sea, siempre y digo siempre, son las 8:17 AM. No sé si ocurre algo con este número pero cada día me asombro más de que es así, y cada mañana hago cosas distintas en tiempos distintos, aunque siguiendo el orden normal, vamos.
Me encantaría averiguar que esta hora es mágica y que todo sucede por que dichas vueltas del reloj son el resultado de una antigua leyenda que predica que a esas horas el tiempo se detiene, teniendo cada uno el tiempo infinito para hacer lo que se desea hasta volver de nuevo a donde nos despedimos de la misteriosa noche anterior.
Y sería muy triste que yo lo utilizara para quedarme sentado en el váter.
Nuevas cargas
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El Increíble Hombre Estufa
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sábado, mayo 05, 2012 /
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Cosas Mías,
Fnac,
Libros...No no en serio
Como buen fanpiro, necesito alimentarme muy a menudo de subcultura urbana para poder sobrevivir al pesado sol y el maltrecho día a día. Hoy he decidido salir para abastecerme de mi consumo para los próximos... minutos.
Como el desayuno es la comida más importante del día, mojaré el Colacao con las páginas de La Máquina de Efrén de mis amiguetes Cristina Durán y Miguel Ángel Giner Bou, aderezado además con la firma de los autores. En el almuerzo me encargaré del Asfixia de Palahnuik, y la cogeré con muchas ganas.
A eso de las dos, disfrutaré de las páginas de Neil Gaiman: El cementerio sin lápidas y otras historias negras. Como siempre, el postre ha de darle el toquecillo final, así que me veré el documental Bananaz sobre la historia de Gorillaz.
La merienda ha sido siempre mi niña bonita, así que me reservo esa hora para devorar Guerra Mundial Z, de Max Brooks, y quedarme bien llenito.
Aún así, antes de dormir, disfrutaré de una cenita también de Neil Gaiman, Objetos Frágiles.
Creo que me quedaré bien, vaya.