Concurso de carteles para las Fallas de Torrent

/ martes, enero 29, 2013 /
Me encantan los concursos. Siempre me han gustado, mucho antes que el diseño, la verdad. Pero lo malo de los concursos es el tema de la elección del jurado. Para que un concurso tenga sentido considero que el jurado debe tener un mínimo de criterio a la hora de elegir al ganador.
Me explico con un ejemplo bien claro. Imaginaos un concurso sobre música folk contemporánea española. Probablemente si me colocan a mí como jurado no tendría ni idea de a quién elegir, ya que no he tenido interés por este tipo de música (al menos, mientras escribo estas líneas) y no sé cómo es o cómo debo escucharla. Si me eligieran a mí de jurado para este concurso, seguramente elegiría una canción afín a mis gustos musicales, que casi seguro sería lo más opuesto a la música folk contemporánea de España. En el caso de que pusiera en la piel de un concursante, preferiría mil veces que el voto lo tuviera un entendido en este tipo de música para que pudiera valorar totalmente mi propuesta: forma y función. Ya sea para bien o para mal, este tipo al menos tendría argumentos sólidos.
Aún así y todo entiendo que dentro de un jurado debe haber un voto popular, de otro ámbito distinto al concurso, para que haya una "democracia" en los votos, pero obviamente esto debe ser en un porcentaje minoritario.
De todas formas, adoro los concursos. Y el gran ilustrado(r) Puño en una de las charlas que más me han marcado lo resume muy bien al decir que una vez te has presentado por primera vez a un concurso, estás obligado moralmente a presentarte todos los años hasta que ganes.

Toda esta monserga viene a consecuencia de mi última experiencia en uno de ellos. En este caso el del Cartel de Fallas de Torrent. Nuestro equipo de diseño y yo realizamos con mucho ánimo y cervezas un cartel tan dispuesto como cualquier otro a ganar el concurso.




Justo de detalles y con una estética hecha a mano, la ilustración nos cuenta el periplo de una mujer para hacerse el ocho, es decir, el moño trasero. El estilo responde a uno propio, el nuestro, que nos ayuda a separarnos del resto de trabajos y con el que queremos dar un valor añadido a todas nuestras obras.
Atención: sigo diciendo que esta propuesta es igual de válida que el resto, aunque si es mi póster dejadme que me vanaglorie un poco, joder.

La exposición estuvo muy bien. Lo normal. Obras que destacan más y otras menos. Propuestas donde se notaba una mente creativa detrás y otras donde se notaba el tiempo libre que tenían algunos.

Este cartel por ejemplo me ha llamado mucho la atención. Se nota un cuidado especial por el autor, una tipografía bien puesta y un bloque de color automáticamente te dirige la mirada hacia él. Quizás que el resto no se salga más de lo tradicional lo penaliza un poco.

Este ha sido el otro cartel que más me ha impactado. Y es el que creo que debería haber sido ganador. La estética impacta muchísimo, y la técnica te llama la atención cuando la observas de cerca. Recordándote a Duchamp entre tanta línea y garabato. Además se sale de la típica fallereta (donde hemos caído todos) para mostrarte algo más poético. Su peor error ha sido querer seguir con esa estética mareante con el texto, y no se llega a entender nada. Algo que le resta casi todos los puntos para ser vencedor, ya que ante todo es un cartel, no una obra de arte.



Ésta última propuesta ha sido la coronada como vencedora del certamen. Y como habéis podido suponer no estoy de acuerdo de ningún modo. Como argumento principal os invitaré a que busquéis en Google "cartel fallas" para que veáis como todos los carteles de fallas son bastante parecidos a este póster. De la propuesta en sí, tan sólo decir que la veo pobre a diferencia de sus hermanas de Google que tienen más detalle y riqueza.
El principal problema lo veo en que no deja de ser el mismo cartel que en todas partes. Y si queremos que nuestras fiestas se distingan, supongo que para bien, no caigamos en el mismo error todos los años. Error que se repite al nombrar un jurado que por suerte, está muy puesto en temas gubernamentales del ayuntamiento, pero que de diseño no saben mucho, y que no tienen porqué saberlo, porque no es su trabajo. Permítanme además resaltar que entre el jurado nombrado se encontraba el maestro Eugenio Simó, al que siempre he admirado por su trabajo y con el que me encantaría discutir sobre las distintas propuestas. Sobre todo de la mía, para poder aprender. Ya saben, stay hungry, stay foolish.
¿Acaso nadie más se da cuenta de que premian el mismo póster todos los años?
¿Cuándo vamos a avanzar un poco? A paso lento pero firme. Cualquiera de las otras propuestas me hubiera servido como una solución mucho más llamativa que la elegida este año, lo siento.
Por supuesto y manteniendo mi postura de antes, esta es puramente mi opinión, aunque me permito opinar con mucha más franqueza y argumentos en este concurso que no en aquel de música folk contemporánea española, donde habrá gente más cultivada que yo, seguro.

Un detalle importante que me ha molestado bastante ha sido durante el discurso del Concejal de Cultura y Fallas del Ayuntamiento de Torrent, Modesto Muñoz, donde mientras entregaba su merecida enhorabuena al campeón del concurso, nos explicaba como los primeros carteles de fallas eran obras de arte complicadas de realizar; pero que ahora, ché, lo tenemos todo más fácil con el ordenador. Ha sido este pequeño detalle el que me ha animado a escribir tanta diatriba. Imagino que no lo ha querido decir en el peor sentido, pero también hay más formas de explicarse. Señor Concejal de Cultura y Fallas del Ayuntamiento de Torrent, Modesto Muñoz: el arma más potente de la creatividad es la cabeza, el ordenador es tan sólo una herramienta para llevar a cabo esas ideas que han nacido y se han gestado durante mucho tiempo. Decir que el diseño "se hace solo" teniendo un ordenador es equivalente a sentarte enfrente de una caja de pinturas esperando a que se levanten por arte magia a lo escobas en Fantasía y se pinte solito el Guernica de Picasso.

Ahora, me encantará despedirme con un gran diálogo que tuve la oportunidad de presenciar de un diseñador con un cliente especialmente pesado (y maleducado) al que intentaba hacerle comprender la valía de nuestro trabajo, y el por qué estamos donde estamos: para ganar dinero por ello y no por gusto.
DISEÑADOR: Mire, amigo, yo creo que esta es la mejor opción para su empresa. Llevo tiempo en este mundo y considero que esta es la solución perfecta a sus problemas.
CLIENTE: Ay, pero es que a mí eso no me gusta. Me gustaría más en otro color. ¿Qué más te da cambiarlo al color que me gusta? Sobre gustos no hay nada escrito...
DISEÑADOR: Sobre gustos sí hay escrito, y mucho además. Lo que ocurre es que usted no lo ha leído.

Django Desencadenado: La película.

/ sábado, enero 19, 2013 /
Recién llegado de verla, fresquito todavía. He salido con un sabor de boca algo agridulce, pero no me ha sabido mal de todo.
Me explico.

Es vox populi que Tarantino puede tomarse las licencias que quiera en sus películas, que para algo es Tarantino. Es un detalle que todo el mundo le permite, y le animamos a hacerlo, y es que si no perdería toda la gracia que tiene este hombre.
Empecemos sabiendo que es imposible acercarse a ver Django Desencadenado sin tener en mente sus anteriores películas. Y mira que me confieso abiertamente un megafan de Tarantino, creo que todas sus películas me gustan. Y aunque es normal que tenga fallos o esas pequeñas licencias que todos le perdonamos, por regla general estas ausencias se suelen olvidar con grandes escenas que quedan impresas en el humilde espectador. Esa es la magia de Quentin Tarantino: hace películas que automáticamente se convierten en películas de culto, y esto viene directamente porque él copia descaradamente sus propias pelis de culto. Sin ofender.

Sin desviarnos del tema, me reitero en mi idea de que tú vas a ver la nueva de Tarantino, y eso significa que has visto alguna anterior. Quiero decir, sabes lo que te espera. ¿Me entendéis verdad? Tú vas a ver la nueva frikada de Tarantino, y aquí es donde creo que más falla esta película. Algo que no me esperaba, la verdad.
Quentin le tiene un amor eterno al espagueti-western, estilo con el que creció. Esto es algo que sabemos todos sus fans, y que se puede comprobar en todas sus películas, siempre llenas de sutiles detalles, zooms o planos de cámara del lejano oeste y sobretodo, esa mágica música que elige a conciencia y con la que nunca falla. Maestros como Bacalov o Morricone que pueden acompañar cualquier escena, mucho más allá del western - como ese Kill Bill con esencia de bandolera. Malditos Bastardos, Pulp Fiction y sobre todo la anteriormente citada Kill Bill son películas que tenían ese tufillo de espagueti que le venían como anillo al dedo. Detalles que ayudaban a la atmósfera y le daban ese carácter Tarantino a la obra sin hacerte salir de la historia. Sin embargo en Django Desencadenado, un remake de una del Oeste, un western propiamente donde se podría haber lucido tantísimo, ese tufo ha desaparecido por completo. Quizás tan sólo relegado a zooms - casi siempre estúpidos- y a algunos comportamientos igual de tontos.


Pero no todo son cosas malas. Como digo, la película me ha dejado un extraño sabor al salir del cine, pero es más dulce que amargo. La historia y el Lejano Oeste quedan así, lejanos, para pasar el legado a unos diálogos geniales y a unos grandes personajes. Sin dudarlo, todos nos quedamos con Christoph Waltz y con Leonardo DiCaprio, que demuestran una vez más lo bien que lo saben hacer y ganarse el sueldazo.



Jamie Foxx, sin embargo, se queda bastante fuera del elenco por culpa de ese toque demasiado blaxploitation que le han querido dar. Las escenas propias del género western están muy bien hechas, y aquí se nota toda esa pubertad ante un videoclub viendo italianadas del estilo. Ese vestuario, esa ambientación; todo un regalo, así como la sangre: detalle que todos estábamos esperando desde el momento en que se supo que el siguiente exceso de Tarantino iba a ser una de vaqueros.
La historia está bastante bien diferenciada entre la parte liberación - training y la parte del brillante plan para salvar a la damisela en apuros. Y lo cierto es que se hace un pelín larga, algo a lo que nada ayudan esos 30 minutos del final todo acaba bien que se podía haber hecho claramente un poco antes en lo que todos creíamos que era el final: una escena muy tensa, muy bien llevada y muy bien hecha, qué coño.
Aún así, lo más disfrutable de la película es esa primera parte donde Waltz brilla allá donde habla o mata. Una parte mucho más amena y más western que el resto, con -repito- unos diálogos terriblemente geniales, donde nos muestra un viaje desde lo más fondo del ser humano hacia la liberación.



En resumen, críticas y momentos geniales marca Tarantino, pero pocos, aderezados con un poco de lentitud y una música donde tampoco se ha lucido mucho. A decir verdad, y siguiendo con el estilo del director, las canciones que mejor acompañan son justo las contrarias al género: aquellas que no son canciones del oeste.

Lo mejor: los diálogos con Leonardo DiCaprio.
Lo peor: que el final se haya alargado tanto y no tenga el clímax que sí que tiene la primera parte. Al igual que Malditos Bastardos, es imprescindible verla en VO.

Valoración: quiero mucho a Tarantino, un 8/10. No entra en el podio de sus películas.

Mis inicios como hombre hipster (II)

/ lunes, enero 14, 2013 /
Es lunes. Tengo un trozo menos de oreja, cortesía de mi peluquera particular; y un simpático y amable mosquito me ha dejado un ojo derecho bien bonito para poder disfrazarme hoy de Quasimodo.
Imagino que el hecho de ser lunes no tiene nada que ver.
Pero hay días en que necesito urgentemente despertar.

Mis inicios como hombre hipster

/ viernes, enero 04, 2013 /
Está de moda estar de moda y eso lo sabe todo el mundo (que esté en la onda)
Es muy moderno ir a cafeterías o a sitios sólo para publicarlo en Facebook o en Foursquare, que todavía es más IN. Yo lo reconozco, no os voy a mentir, ahora ya tengo como propósito de año nuevo hacer un check-in aunque vaya al lavabo a mear. Mi propósito de año nuevo es ser mas moderno.
Y estoy en ello, no os faltéis. Aviso ya: he abandonado toda opción en dejarme barba hipster porque me es imposible. Dios me ha bendecido con un gran y bonito pelo ondulado en mi cabeza a cambio de una barbilla desmesurada que me hace parecer un eterno adolescente. Un pelo aquí y otro allá, como podría decir Mecano perfectamente.
Aún así no he cesado en mi empeño. También voy a aprovechar y adelgazo algunos kilos más. Un propósito que ya empecé hará cosa de 3 meses, de lo que antes era yo. Ahora soy medio yo, o al menos 3/4. Me quedan todavía kilos por perder, pero tampoco quiero que os montéis una imagen de mí como una mole enorme de carne humana, coño. Entro dentro del grupo "persona normal".
En esta mezcla de ser un hombre hipster - neovagabundo y un hombre más delgado entra mi aventura de ayer por la tarde.

Día 1: Té con hielo.


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Llego de trabajar -de diseñador, of course- y lo preparo todo para empezar mi nuevo estilo de vida. Días antes me había comprado unas hierbas para poder limpiar mi cuerpo de estas bombas navideñas que han sido los bombones, el chocolate y el alcohol. Preparo a mi perro para irme a correr con él y lo dejo sentado esperando su turno para estar conmigo. Dejo el cazo en el fuego, un cazo tan retro que me ha enamorado y que uso para prepararme la infusión. Aclaremos antes que en la vida me he preparado un té o cualquier infusión en el fuego de mi cocina, y que la chica de la herboristería intentó, sin ningún éxito como ahora descubriréis, explicarme como hacerla en casa.
El agua empieza a hervir y meto una cucharada sopera con hierbas. Todo me parece genial. Yo, con mi jersey jacquard preparándome una cazuelita de té calentito antes de irme a correr. Joder, qué moderno soy. Creo que la chica me dijo que ha de removerse y dejarse reposar, por lo que con la cuchara anteriormente citada remuevo bien la mezcla. Las llamas de un fogón tan vintage como el cazo no me dejan estar mucho tiempo removiendo mi mejunje así que cojo el cazo y lo retiro. Cojo el cazo antiguo y retro. Tan antiguo que el mango está hecho de la misma pieza que el cazo en sí. Como os podéis imaginar el quemazo que me provoco es espectacular y con un equilibrio casi casi igual al de un artista de circo entre dos rascacielos intentando demostrar los huevos tan grandes que tiene dejo el cazo donde estaba mientras empiezo una especie de ritual hecho por mi gente para evitar que me duela más: dar saltitos a la pata coja.
Paro un poco de hacer el monguer. Dedos pulgar e índice rojísimos. Me voy corriendo al congelador a coger un hielo para al menos bajar la hinchazón, con tan mala suerte que al sacar un cubito se me cae una copa de esas que mi padre pone para que la cerveza esté bien fresquita. Desastre total. A todo esto, el pobre perrete está esperándome para pasear. Con el hielo en la mano y Pepe asustado de tanto ruido, y de tanta torpeza, se sobresalta y me sigue. Con el hielo en la mano y la escoba y el recogedor en el otro, me las apaño para encerrar temporalmente a Pepe y calmarlo un poco. Consigo recoger el cristalino estropicio ¡con una mano! y aquí no ha pasado nada.
Cojo un trapo y mucho cuidado y al fin coloco mi infusión en una taza con colador mediante. Me pongo algo de sacarina y pa'dentro. Sabe a rayos pero también a gloria y a satisfacción y al comienzo de una nueva etapa. Cojo a Pepe, menos alegrado que antes y nos vamos a descansar por la ciudad.
Pues empezamos bien.

La Hora Indie. Parte 2.

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Primer viernes del año nuevo y primer viernes musical.
Hace tiempo que no me paso a ver qué tal va todo, así que ya tocaba. En mi coche suena mucho Love of Lesbian últimamente, mezclado con algo de Radio 3, y en mi curro tienen que aguantar mis aires hipsters. Así que os dejo un pequeño acompañamiento musical para este fin de semana, orquestado por Miss Caffeina, a quienes nunca había escuchado.
A pasarlo muy bien este año.

 
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