Weirrrddd....

/ martes, febrero 08, 2011 /
Nunca me lo he llegado a plantear, pero creo que va siendo hora de crear una categoría que se llame "Sueños muy extraños que tengo". No es que sean recurrentes, como es el caso de los sueños sobre zombies, algo que debería de mirar en un sicólogo o algo parecido, pero son raros de la ostia.
El de esta noche, que yo recuerde, se ha llevado la palma.
*Aunque es probable que la gente que no me conozca no entiena nada, diré como nota aclaratoria que mis padres poseen un restaurante. Lo que me coloca a mí como el comodín que ha de hacer de todo. Especialmente viajes de aquí para allá de reparting.
"Como cualquier otro día, tenía que ir a llevar la comida a unos militares que se encuentran en el Vedat -la parte de arriba de donde vivo, Torrent- así que me lo preparé todo y me decidí a meterlo en el coche. Mientras me iba preparando la caja con todos los platos, me iba dando cuenta de que me encontraba en mi antigua casa, y no en la actual, pero yo no le daba importancia.
El coche, como solían aparcarse antes, estaba en un descampado que se encontraba detrás del restaurante. Algo ya de por sí raro, pues en esos años yo era un enano gordito y pringado, y por lo tanto, no disponía de coche ni carné.
Me estoy dirigiendo hacia el maletero cuando advierto la presencia de una casucha mal montada con cartones donde, presumiblemente, vive una señora mayor aficionada a los animales. Cual es mi sorpresa cuando me encuentro, apoyado en la ventana de esta casa, a un oso panda desnutrido, ahogado y con mirada de pocos amigos.
Acojonado yo, me enderezo hacia el coche cuando me vuelvo a sorprender encontrándome con una jauría de perros y-atención- dos monos (de dos razas distintas, un orangután y el otro no me acuerdo) que se han adueñado de mi Fiat Brava y han hecho de todo ahí dentro.
Mi coche no olía muy bien. Pero ese día apestaba.
La caja de la comida preparada había desaparecido, aunque me parece ver que la dejé encima del coche. Cogí el teléfono y marqué 112 para comunicarles toda la escenita que me encontré, y explicarles que esos animales no podían vivir de ese modo, bla, bla...
Nada más colgar pasean por ahí mi viejo amigo Carles junto con otro. Me dispongo a saludarlo pero se encuentra reacio a ello. Me empieza a chillar y a empujarme "¡No me toques!, ¡no quiero que me hables!" e intenta darme una de sus famosas patadas. En ese instante aparece el señor del 112, que para mi sorpresa resulta ser el dueño de una pollería de mi barrio que trabaja como voluntario. A este señor me lo solía encontrar yo en el gimnasio, y ha ganado varios kilos de masa muscular, pero en mi sueño era como una especie de monstruo-chuache, por lo que acojonaba bastante.
Consigue salvarme de mi ex-amigo, resuelve el tema de los animales descuidados con una simple llamada (oh, sorpresa!) a la protectora de animales -algo que no se me había ocurrido- y se marcha.
El tema es que al llegar de nuevo a casa con la caja con la comida para llevar, mi padre me echa en culpa que no la he llevado, que es culpa mía y que no busque excusas para mis errores."

Sin nada más que añadir, la defensa se retira.

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